Por Jordi Paniagua, Universidad de Notre Dame y Universidad de Valencia (excedencia)

En solo cuatro décadas, España ha duplicado el número de estudiantes matriculados en sus universidades. Uno de los factores que ha contribuido a este aumento es el incremento de la oferta de universidades privadas, que ha pasado de ser prácticamente inexistente a principios de los años noventa a representar actualmente más de una quinta parte del total de estudiantes universitarios (ver Figura 1).

En la actualidad, España cuenta con 50 universidades públicas y 41 universidades privadas. Casi la mitad de ellas, 26 en total, se han creado desde la fundación de la última universidad pública en Cartagena en 1998. No obstante, el porcentaje de estudiantes en universidades privadas en España sigue ligeramente por debajo de la media de la OECD (ver Figura 2). Países como Finlandia, Austria o Italia han experimentado un aumento similar en la tasa de matriculación en universidades privadas (salvando las diferencias en la clasificación en cada país).

Sin embargo, la autorización de nuevas universidades privadas suele generar el rechazo frontal de los rectores de las universidades públicas, como ha sucedido recientemente en Andalucía (ver aquí). Una preocupación latente es que las universidades privadas puedan restar estudiantes a las universidades públicas a costa de rebajar la calidad o el nivel de exigencia. No obstante, algunas universidad privadas parecen atraer también a los mejores estudiantes (por ejemplo en los grados de medicina), lo que ha generado cierta polémica en las redes sociales y otros medios (por ejemplo, este interesante post).

Figura 1: Matriculados totales por tipo de universidad y proporción de la universidad privada

Figura 2: Porcentaje de estudiantes en universidades privadas Educación Superior. Fuente: Education at glance 2022 (link)

El objetivo de mi entrada es analizar la matrícula en los grados de las universidades públicas y privadas en España. En concreto, llevaré a cabo un sencillo análisis descriptivo para arrojar luz sobre la relación de sustitución entre ambas modalidades en el sistema universitario español. Esta cuestión es relevante porque, si consideramos la tasa de crecimiento de la educación superior en España (ver Figura 3), la evidencia sugiere que todavía estamos lejos de acercarnos significativamente a la media de la OECD en términos de graduados universitarios per cápita. Actualmente, España se encuentra en mitad de la tabla con menos del 33% de la población en edad de estudiar cursando estudios universitarios de grado, master o doctorado. La media de la OECD y de la EU23 es del 40%. Esto debería dar lugar a un debate sobre la relación entre las universidades públicas y privadas y su papel en la mejora del sistema universitario español.

Figura 3: Porcentaje de personas de 25 a 34 años con un nivel de Educación Superior. Fuente: Education at glance 2020 (link)

Una gran parte del temor a la fuga de estudiantes proviene del supuesto de que existe un número fijo de estudiantes (y que optarían por la universidad pública si no existiera oferta privada). En este caso, estaríamos hablando de una sustitución perfecta, lo que significa que, por cada 100 nuevos estudiantes en una universidad privada, desaparecerían 100 estudiantes de la universidad pública. Sin embargo, cuando el número total de estudiantes no es fijo (algo conocido en la economía laboral como "lump of labor fallacy", que sugiere que el número de puestos de trabajo tampoco es fijo), las universidades podrían ser sustitutos imperfectos. Por ejemplo, si la universidad pública perdiera solo 25 estudiantes, entonces la universidad privada se convertiría en un contribuyente neto al sistema universitario al atraer a 75 nuevos estudiantes.

A continuación, presentaré algunos datos para comprender mejor la relación de sustituibilidad entre las universidades públicas y privadas. Me centraré en los estudiantes de grado durante el período 2016-2022 por varios motivos. En primer lugar, al aislar el efecto de la población, podemos entender mejor la dinámica entre ambos tipos de universidades. En segundo lugar, durante este período, la universidad privada experimentó el mayor crecimiento. En tercer lugar, las universidades que ofrecen títulos de grado oficiales están sujetas a regulaciones que les obligan a acreditarse mediante un proceso de verificación independiente debido a posibles fallos de mercado y problemas de información asimétrica. Por tanto, podemos suponer que mantienen una calidad mínima comparable, con todas las dificultades que los procesos de acreditación con recursos limitados implican.

Antes de empezar el análisis, conviene tomar perspectiva. La Figura 4 muestra que el número de graduados en las universidades españolas se ha mantenido constante desde 2016 en torno a 1,300,000 alumnos. Durante este período, se llegó a alcanzar aproximadamente los 200,000 (un 16%) matriculados en universidades privadas: un número relativamente pequeño. Sin embargo, estas cifras no nos permiten analizar la relación entre ambos tipos de universidades. Por lo tanto, a continuación, presento las tasas de crecimiento correspondientes al periodo más reciente (ver Figura 5).

Figura 4 Matriculados en grados oficiales por tipo de universidad y proporción de la universidad privada

Desde la culminación del proceso Bolonia con la desaparición de las licenciaturas y plena implantación de los grados universitarios en 2016, la tasa de crecimiento media anual del total de estudiantes se sitúa en torno al 0.52%. En términos totales, esto representa unos 63,000 estudiantes más en 2022 que siete años atrás (un 5% del total). La universidad pública, con una tasa de crecimiento media negativa de alrededor del -1.52%, ha perdido alrededor de 12,000 estudiantes durante este período (un 1% del total). Por otro lado, la universidad privada, con una tasa de crecimiento media del 12.7%, ha aumentado su matrícula en alrededor de 75,000 estudiantes desde 2016. Esto significa que la universidad privada ha sido un contribuyente neto al sistema universitario en España. Un cálculo aproximado sugiere que, por cada 100 estudiantes matriculados en la universidad privada, la universidad pública pierde 16 estudiantes. Esto implica que unos 84 estudiantes hubieran perdido la oportunidad de estudios superiores de no existir una oferta complementaria a la pública. Es importante tener presente que la universidad pública española establece cuotas fijas (numerus clausus) en sus estudios de grado más demandados.

Figura 5 Tasas de crecimiento de matriculados en grados oficiales por tipo de universidad y proporción de la universidad privada

Las cifras presentadas anteriormente no incluyen el aumento de estudiantes extranjeros, quienes representan un poco más del 6% del total de estudiantes. Sin embargo, este grupo es el que más ha crecido en los últimos años, con una tasa media del 27%, lo que equivale a unos 32,000 alumnos adicionales (ver Figura 6). La universidad privada es particularmente popular entre los estudiantes extranjeros, con una cuota de alrededor del 40% en el año 2022 y una tasa de crecimiento media del 60%. En cuanto a los estudiantes extranjeros, parece que tanto la universidad pública como la privada son opciones complementarias.

Figura 6 Tasas de crecimiento de extranjeros matriculados en grados oficiales por tipo de universidad y proporción de la universidad privada

Consecuentemente, la caída en la matriculación entre los estudiantes españoles es más pronunciada que la del total, y el aumento en la universidad privada es más moderado. Desde 2016, la universidad pública española ha perdido unos 26,000 alumnos de origen español, lo que representa una disminución del 2% del total de estudiantes españoles, mientras que la universidad privada ha aumentado en unos 57,000 estudiantes españoles, lo que equivale a un aumento del 4.5% del total de estudiantes españoles. Estos datos sugieren que la universidad privada ha permitido que unos 31,000 estudiantes españoles (2.5% del total) accedan a la formación superior. Por tanto, aunque la universidad privada y pública pueden parecer opciones contrapuestas, los datos no nos permiten descartar que sean sustitutos imperfectos e incluso pueden complementarse, como en el caso de los estudiantes extranjeros.

Una vez establecida la contribución neta de la universidad privada, reflexionemos sobre los factores que influyen en la complementariedad, más allá de mecanismos mecánicos como el crecimiento de la población, los estudiantes extranjeros o las tasas de matriculación (que como explica este artículo están positivamente correlacionadas con el esfuerzo del alumno). Para ello, es importante conocer mejor las diferencias entre las características de los estudiantes de grado de ambas universidades. Al examinar la distribución de áreas de estudio (ver Figura 7), encontramos que las ramas de ciencias de la salud y ciencias sociales tienen una mayor proporción de estudiantes en la universidad privada (probablemente debido al mayor retorno de la educación, como apunta la evidencia empírica en el caso de medicina, ver aquí), con una diferencia de casi 12 y 8 puntos porcentuales, respectivamente. En cuanto a las edades de los estudiantes (ver Figura 8), la universidad pública tiene un alumnado más joven que la privada. El porcentaje de alumnos mayores de 30 años en la privada (22%) es casi el doble que el de la pública (12%). Con respecto al género, las mujeres son mayoría en ambas universidades: 56% en la pública y 58% en la privada. No obstante, en la pública son amplia mayoría las mujeres de entre 18 y 21 años con un 33% frente al 26% en la privada. Es llamativa la baja tasa de matriculación de mujeres mayores de 30 años en la universidad pública (6%) en comparación con la privada (12%).

Figura 7: Matriculados por rama del grado

Figura 8: Matriculados por edad y género

Un test no paramétrico (Kolmogorov-Smirnov) nos permite afirmar con un nivel de confianza aceptable que existen diferencias estadísticamente significativas en la distribución de la matrícula por grados, rango de edad, y sexo por rango de edad entre universidades públicas y privadas. Estos resultados refuerzan la tesis de una complementariedad de grado y se suman a mi intuición personal desde ambos lados de la tarima (como estudiante primero y profesor después) en las aulas de ambos tipos de universidades. Esto me permite esbozar tres hipótesis plausibles, que son compatibles con las diferencias en la distribución de grados, edad y sexo respectivamente, para empezar a explicar los factores que han atraído a 31,000 nuevos estudiantes a la universidad privada.

La primera hipótesis es que las universidades privadas han ampliado las dos colas de la distribución de notas de acceso. Por un lado, la cola izquierda donde se encuentran estudiantes que, aunque marginalmente, no superaron la nota de corte para acceder a la educación universitaria pública. Por otro lado, la cola derecha, donde están aquellos estudiantes de medicina o biotecnología (ahora en la cola izquierda relativa) que tienen una nota de corte cercana al 14, pero insuficiente para estudios muy selectivos. Si estos estudiantes se matricularan en otro grado factible pero menos preferido, desplazarían a estudiantes con peores calificaciones. También están en la cola izquierda de estudiantes de ciencias sociales con notas de corte muy bajas, pero que aún son inalcanzables para algunos y solo pueden acceder a la universidad privada sin nota de corte.

La segunda hipótesis se centra en la oferta de grados nicho por parte de las universidades privadas, que permiten a los estudiantes encontrar programas específicos, a veces muy orientados al mercado, que no se ofrecen en las universidades públicas o que tienen una oferta muy limitada o inadecuada. En algunos casos, las universidades privadas han innovado con programas como multimedia y artes digitales (videojuegos), periodismo, veterinaria o ciencias gastronómicas, entre otros, que se ofrecen en pocas universidades públicas. Estos grados permiten a ciertos profesionales reciclarse, retomar los estudios o iniciar una segunda carrera.

La tercera hipótesis se debe en parte a que las universidades privadas ofrecen una mayor flexibilidad y diversidad docente para conciliar la vida laboral y familiar. Los estudiantes que superan los 30 años y buscan una formación más compatible con sus actividades laborales o familiares, pueden no encontrar en las universidades públicas, con un alumnado más joven, un horario de clases, unas metodologías docentes o compañeros de clase que se adapten a sus circunstancias.

España no puede permitirse aminorar el ritmo de crecimiento en la educación superior, pero tampoco comprometer la calidad ni la igualdad de oportunidades. El rápido crecimiento de la universidad privada en España nos brinda una oportunidad valiosa para aprender sobre cómo aumentar la tasa de participación en la educación superior y adaptarla a las necesidades cambiantes de los estudiantes y del mercado laboral. De confirmarse las hipótesis con un análisis empírico más detallado, se podrían extraer tres lecciones clave para atraer a más estudiantes a la universidad sin comprometer la calidad y la equidad: oferta, innovación y conciliación.

Agradezco los comentarios y sugerencias de Luis Puch, Antonio Delgado y José Ignacio Castillo.